Sunday, July 12, 2009

Mucho control al sur, escasa vigilancia en el norte



El gobierno de Estados Unidos tiene dos políticas de protección fronteriza muy diferenciadas entre sí. Ha erigido más de 700 kilómetros de vallas metálicas en la frontera con México, pero mantiene prácticamente abierta su frontera con Canadá.

Por décadas, las políticas exacerbadas de protección fronteriza han elevado la tensión con México pues las vallas metálicas han desviado a los indocumentados hacia las zonas más agrestes del desierto de Arizona y Nuevo México. Miles de indocumentados han perecido en esa región de la frontera.

Hasta la fecha, no existe ningún indicio que nos lleve a pensar que los inmigrantes que cruzan la frontera desde Canadá hayan enfrentado el mismo riesgo en su intento de llegar a Estados Unidos.

Este desequilibrio, que el diario Arizona Republic consideró en un reportaje reciente como un asunto de “doble standard”, puede ser un indicio de una especie de “ceguera” hacia el riesgo creciente que implica saturar con recursos de seguridad una región y descuidar otra.

Canadá y Estados Unidos revisan conjuntamente los riesgos del narcotráfico en su frontera común cada tres años. El informe más reciente fue producido en 2007 y posiblemente sea ya obsoleto para comprender las nuevas realidades del narcotráfico internacional.

El Arizona Republic señala por ejemplo las ejecuciones recientes de estudiantes de preparatoria en Vancouver, en la frontera con el estado de Washington, que está presuntamente relacionada con disputas entre narcotraficantes.

Nuevo territorio para narcotraficantes

Canadá está reemplazando a Holanda y Bélgica como el principal abastecedor de éxtasis para EE.UU., mientras que el tráfico de cocaína parece haberse triplicado en la frontera común. Algunas organizaciones criminales canadienses están logrando tratos directos con los narcotraficantes colombianos y han incrementado el tráfico de cocaína hacia Canadá desde Estados Unidos. Los narcotraficantes canadienses también están impulsando nuevas asociaciones con mafias asiáticas para producir marihuana potenciada en invernaderos construidos en territorio de EE.UU.

Las operaciones del Ejército mexicano y la Guardia Nacional estadounidense, así como el incremento de personal y recursos federales en cada lado de la frontera, pueden ser factores que impulsen al narcotráfico internacional a trazar nuevas rutas de las drogas hacia EE.UU. que involucren los 9,000 kilómetros de frontera con Canadá, y a fomentar nuevos mercados de consumidores en el país vecino.

El peor escenario que puede surgir de esta situación es consolidar a América del Norte como el foco principal del narcotráfico a nivel internacional, con mafias cada vez más interconectadas entre sí y un mercado gigantesco de consumidores de drogas.

Si queremos evitarlo, tenemos que rehacer nuestra política fronteriza, concentrar los recursos en una política antinarcóticos más equilibrada en las dos fronteras y, sobre todo, iniciar una estrategia integral que enfatice la reducción del consumo en toda la región.